Conversaciones con Martí Perán en torno a la noción de nomadismo
Autor: Martí Perán
#01 March 2013 / Nómadas y trapecistas Nuevos escenarios del arte contemporáneo
Autor: Martí Perán
Este texto es la transcripción literal, aunque adaptada, de una conversación mantenida entre el equipo de Nómade y el historiador del arte y profesor Martí Perán. El encuentro tuvo lugar en su despacho de la Facultad de Historia y Geografía de la Universidad de Barcelona el día 14 de Septiembre de 2012.
El texto se presenta con las características de cualquier discurso oral, y ello justifica que la naturalidad y espontaneidad de la charla hayan sido preservadas de forma deliberada.
Inapelablemente, el nomadismo es un epígrafe, un titular, que ha alcanzado una fortuna considerable, por una razón obvia, porque de algún modo es una metáfora capaz de acoger todo lo que podríamos denominar la crisis de la representación.
El paradigma moderno de algún modo se resolvía a partir de determinadas ilusiones: la ilusión de la representación, la ilusión de las categorías universales, la ilusión del conocimiento de talante científico, es decir, objetivable, con pretensión de universalidad. Esa epistemología moderna de algún modo apunta hacia modelos estáticos. Apunta hacia la definición enciclopédica del mundo que es una definición que intenta ser lo más cerrada posible, aunque con bondad, es una visión estática y acabada. La idea de quietud, de lo estático, de lo fijo, de lo estable, de lo claro, de lo iluminado…todo ese universo que de algún modo se podría comprimir bajo la noción de ‘lo quieto’ es la ilusión moderna: armar un conocimiento estable, una aprehensión del mundo sostenida, un modo de estar en el mundo universalizable. En el momento en el que las estructuras delegativas, representativas, las ilusiones de universalidad y de cientifismo dan al traste, que es la entrada en la contemporaneidad, necesitamos apelar a nociones que distorsionen esa estabilidad del modelo moderno. El nomadismo es lo primero que, por naturaleza, distorsiona ese quietismo, y por extensión, es el concepto que mejor denomina, ya no la quietud de las ilusiones modernas, sino las inquietudes, lo inquieto en el doble sentido: los conceptos ya no se nos acomodan bien y eso nos genera inquietud política, emocional, psicológica, estética, etc, etc…Entonces el nomadismo es, en primer lugar eso: una gran metáfora donde tiene cabida la crisis de lo quieto y lo estable, una apología de la necesidad de mover pieza...hay que moverse, la foto moderna fracasó y hay que moverse. Esto es el nomadismo como concepto (no hablamos aún de arquitectura portátil, ni de verdades nómadas a lo Guattari), que tiene la capacidad de abordar muchísimos campos. Hay un agrado desde la experiencia contemporánea hacia la noción de lo nómada porque es un modo de apelar a lo inestable, y necesitamos explorar lo inestable a debida cuenta de que la estabilidad moderna entró en crisis inapelablemente.
Dicho esto, otra consideración todavía de orden absolutamente general que me parece fundamental: el nomadismo en consecuencia tiene esa naturaleza crítica, un potencial crítico debido a que todo lo que se mueve es difícilmente gobernable, aplacable y difícilmente disciplinado porque escapa a cualquier definición y a cualquier retrato. Puesto que cualquier operación de poder supondría detener las cosas, estabilizarlas, el nomadismo tiene este plus de potencial crítico, y antagónico, que lo hace especialmente pertinente. Pero dicho esto, también es evidente que normalmente sucede que las propias estructuras hegemónicas son, ejerciendo su propia hegemonía, las primeras que se percatan de dónde hay líneas de fuerza, con potencial en activo realmente notable y poderoso. Es decir que también estas estructuras vieron el propio potencial del nomadismo en primer lugar, traduciendo eso en la aceleración de los procesos para la circulación de capital y convirtiendo el propio flujo de consumidores en la principal fuerza del consumo (tal y como explico en el apartado “Shopping Dance” del texto “Mira cómo se mueven. 4 reflexiones sobre la movilidad”): esto no ha sido suficientemente reflexionado…hasta qué punto el modelo ordinario, hegemónico, no somos los críticos, ni los sectores que intentan replicar los modelos establecidos los que más mencionamos y apelamos a lo nómada…sino que desde donde mejor se ha pensado la movilidad y el nomadismo es desde el capital, y de eso tenemos que darnos cuenta para no desactivar ese argumento sobre la movilidad, que responde a intereses del capital. Puede que lo que se mueve, per se, sea lo que mejor se adecúa a los intereses del capital. No lo olvidemos. Un ejemplo muy sencillo: en un supermercado, la movilidad se te multiplica, tú vas a por un producto, agua por ejemplo, pero antes no llegues hasta él, el carro que supuestamente controlas está trucado y se te desvía por el camino para que te detengas en el whisky, en los yogures, en las galletas, en las chocolatinas, etc…y algo va a caer. Es decir, esa multiplicación de la movilidad, esa conversión del desplazamiento en flujo, en movimiento continuo, es lo que garantiza un incremento del consumo. Ésta es la caricatura de la situación.
En la movilidad hay rédito y hay que multiplicar estrategias de movilidad porque hay rédito. El ejemplo indiscutible es la deslocalización del capital: hay que ir donde está la materia prima, donde está la mano de obra, donde están los nuevos mercados, y en ese desplazamiento/movimiento constante es donde el capital fluye con mejores garantías.
En los trabajos del primer Rem Koolhaas, que eran tan interesantes, astutos e inteligentes, antes de convertirse en el arquitecto Prada, él afirmaba que el aire acondicionado y las escaleras mecánicas eran los grandes hallazgos de la arquitectura contemporánea, porque por ejemplo las escaleras mecánicas fueron precisamente el motor para que se comprara la idea del shopping mall. Y triunfa esa idea porque junto a ella y a la climatización se garantiza tu movilidad en un espacio en el que se condensan todas tus necesidades y caprichos de consumo, y las escaleras mecánicas te aseguran que en una tarde lo tendrás todo resuelto. La movilidad como motor del consumo, y como forma de control de los flujos del consumidor, porque te dirigen, te obligan a pasar por ciertos espacios que de otra manera ni se te ocurriría pisar.
Resumiendo, ¿qué ha pasado con la movilidad a día de hoy? Pues han pasado dos cosas distintas que conviven en el escenario contemporáneo: de un lado, que el capital se ha deslocalizado, se ha hecho flexible y que para eso, dentro de la propia estructura hegemónica, pensar el movimiento y multiplicarlo se ha tornado en fundamental, con lo cual, el primer apologeta de lo móvil y de lo nómada es el propio capital; segunda cuestión paralela a ésta, el modelo moderno derivó en una crisis irresoluble cuando aspiraba a una suerte de horizontes en términos epistemológicos, científicos, filosóficos y estéticos que pretendían de algún modo la mayor estabilidad posible, de ahí la importancia del concepto de casa, por ejemplo. El modelo moderno era un modelo que quería asentarse, asentar sus ideas, y en ése “falcarse” se han producido errores que ya son irreparables. Frente a eso, la cultura contemporánea ha tenido que salir de su casa, porque lo que le ofrecía la casa, la estabilidad, etc, no ha sido suficientemente satisfactorio, y por lo tanto hay que volver a empezar, volver a empezar es salir de casa, es decir, convertirse en nómada.
En términos estéticos, hay un texto de 1961 de Allan Kaprow que se titula “Arte experimental” (muy naïf, ingenuo, inocentón…) en el que cuenta que le ha llegado la noticia de que hay un pintor en la Tercera Avenida (se refiere a algún ‘action painter’) que está absolutamente comprometido con la pintura (haciendo referencia al paradigma moderno, y a la crítica de Greemberg) y está tan comprometido que no sale de su apartamento obsesionado con encontrar la esencia de la pintura, siguiendo la tradición de Cézanne. Intenta dar con la verdadera pintura. Y su investigación es tan pertinaz que acaba por usar las paredes de su apartamento, reduciendo su espacio vital al mínimo en esa búsqueda. Reduce tanto ése espacio en el que habitar que acaba muriendo de inanición. Moraleja para Kaprow: considera que es normal porque el arte experimental, según él, consiste en salir de casa, no en encerrarse en casa para dar con una única verdad, sino en explorar. Entonces el nomadismo es ese salir de casa, salir del movimiento moderno que era introspectivo, esencialista, nominalista, cientifista, universalista…todo eso era un encierro hacia lo quieto, hacia lo más estable posible, con la clásica ilusión ilustrada en la que se creía que había que iluminar las cosas, y cuando quedaban iluminadas quería decir que ya no hacía falta darles más vueltas, porque ya se había alcanzado la verdad sobre ellas mismas. Pues no, hay que volver a salir de casa y, con el culo al aire, sin protección, hay que buscarse la vida, como dice Kaprow.
Y eso es paralelo a la multiplicación de movilidad, porque salimos de casa y ¿vamos hacia dónde? Derivas situacionistas, paseos…etc…pero sin duda hay unos medios tecnológicos, físicos, económicos que asisten a esa multiplicación de la movilidad, y ahí es donde está el engarce con la otra dinámica que es que el propio capital se ha deslocalizado y tiene su máximo rédito en el movimiento. Esto se traduce en una tipología que se incorpora a la arquitectura que es la escalera mecánica, pero que se traduce también en la aparición de los vuelos Low Cost que nos permitían ir a todo el mundo, mientras no hubo la crisis económica sistémica, imaginar unas vacaciones en Cancún, etc...Y eso no es más que el efecto de la intención de garantizar un flujo de capital, un movimiento que es donde está el rédito.
Salir de casa en la línea de Kaprow (fracturar las ilusiones modernas), no tiene tanto que ver con la movilidad física, como con la crisis de las categorías…uno puede practicar ese nomadismo epistemológico encerrado en casa, porque no se ajusta a un lugar, sinó que investiga nuevos modos de pensar, de decir, de imaginar, etc
Lo nómada en esta segunda vertiente en realidad es una panacea demasiado fácil porque es un cajón de sastre donde se pueden plantear un sinfín de cuestiones que atañen a lo nómada. Se pueden plantear, por ejemplo, procesos de construcción de identidad (entendiéndola como proceso, no como la definición de algo fijo y establecido, sino de algo dinámico), porque uno autogestiona la construcción de su identidad a la carta, desde su economía del deseo y desde las prótesis tecnológicas que se lo permiten, y va también nomádicamente transitando entre una identidad que incluso en cuestiones de género puede ir mutando periódicamente. Yo ahora con vosotros soy un macho adulto blanco, pero a la que os vayáis puedo presentarme en un chat como una hembra joven, libidinosa, etc…La tecnología nos permite construirnos múltiples identidades y lo nómada vehicula esa multiplicidad de opciones. La idea de lo nómada es, en definitiva, una panacea porque igual podemos hablar de arquitectura portátil, como de cartografías sensibles, como de la cuestión de la identidad, etc…Y hay que aterrizar en ámbitos de discusión concretos para darle efectividad.
La ciudad tradicional es una ciudad que crece como una mancha de aceite, y tiene un comportamiento regular. Su perímetro puede amplificarse ad infinitum pero siempre de un modo regular. En el interior de esta ciudad, que se define por una dialéctica entre centro y periferia, la movilidad sólo se concibe en términos de desplazamiento, porque la ciudad está perfectamente delimitada.
La ciudad contemporánea, contrariamente, ya no es una mancha de aceite, es un sofrito de tomate. Ha multiplicado sus centros y hay centros financieros, comerciales, habitacionales, industriales, de ocio, de justicia, y cada uno de estos centros es capaz de generar su propia periferia, su actividad que crece alrededor de…pero la estructura de esta ciudad ya no crece como una mancha de aceite, sino que es más como un coral…tiene un comportamiento coraliforme, generando espacios vagos, difusos, ambiguos, los ‘entre-ciudades’ que hay dentro de la propia ciudad, entonces, ¿qué tipo de desplazamientos hay aquí? En realidad cada una de estas lógicas centros-periferias no son sistemas cerrados, sinó que forman parte de un conjunto que es la ciudad y por lo tanto aquí lo que se generan son flujos de movimiento que circulan, que atraviesan como vectores de movimiento la planta de la ciudad. Los movimientos ya no son entre un punto y otro, sino que se multiplica aquello que los situacionistas llamaron “la deriva”. Le Corbusier rumia muy bien la movilidad para garantizar que la gente va a poder desplazarse desde el centro habitacional hacia el espacio laboral o el de ocio…es decir que el movimiento es de un punto A a un punto B. En la ciudad contemporánea el desplazamiento es tremendamente más imprevisible, y moverse es más vagar que no desplazarse, entre otras cosas porque en el vagabundeo hay opción de consumismo, por lo tanto hay una promoción del vagar, porque como movimiento genera rédito. Es verdad que no hay ciudad contemporánea que no sea escenario ideado para un flujo, para un movimiento cuanto más masivo y plural mejor.
Biopolítica es un término que hay que utilizar porque está en ese abanico de términos básicos y muy contemporáneos.
Foucaultianamente hablando, la biopolítica no es nada más que el gobierno de las vidas. Antes del tardo-capitalismo, la explotación, entendida como la experiencia social como un ejercicio de poder de unos sobre otros, se producía las 8-12 o 14 horas de la fábrica. El sujeto sabía que durante ese tiempo estaría jodido pero sólo durante esas horas, fuera ya no. Pero a día de hoy resulta que la explotación se ejerce full time, 24 horas al día, nos explotan las 8 horas laborales, y el resto del día: cuando miramos la televisión y nos dicen cómo tenemos que ser, dónde tenemos que ir de vacaciones, qué tenemos que soñar…la biopolítica es cuando el gobierno de la vida se ejerce directamente ya sobre los cuerpos, sobre la vida cotidiana, sobre el tiempo completo. Cuando la explotación se traslada desde el tiempo de producción hacia el tiempo de vida, y tenemos que ser conscientes que somos sujetos gobernados biopolíticamente.
Y esto conecta con la idea de que el nomadismo está pervertido bajo los influjos del poder y lo hegemónico.
El texto Andar establece la antinomia entre el andar productivo y el andar ocioso. Entre el andar inducido, perfectamente calculado, estudiado (el caso del tiempo controlado en los bancos de los centros comerciales); y el andar ocioso como ese modo de reivindicar la posibilidad de construirse subjetivamente sin necesidad de transitar por los espacios marcados. Hasta dónde es eso factible o no hace 50 años que se viene investigando.
Si redundamos en esa oposición entre modernidad y contemporaneidad, que básicamente lo hacemos por una cuestión didáctica, mientras la modernidad trabajaba sobre el parámetro tiempo, por aquello de que era la cultura de la promesa, del ‘mañana las cosas irán mejor’, de que ‘la emancipación del espíritu va a consumarse mañana’, se basaba en la confianza en el progreso y lo que requería era trabajar en un parámetro de tiempo.
De algún modo, la demanda contemporánea consiste básicamente en decir que no podemos demorar la aparición del sentido en una línea de fuga temporal que siempre está constantemente postergada, porque queremos el sentido aquí y ahora, en el momento de nuestras vidas. Y querer el sentido aquí y ahora, requiere espacio para construir el sentido: para convivir, para construir afectos, experiencias…en lugar del tiempo para que aparezca el sentido, el espacio para construirlo.
Otro posible folder es el de plantear la movilidad entre tiempos. En el modelo moderno no hay posibilidad de trasladarse de un tiempo a otro. El tiempo se desplaza linealmente hacia adelante. Nosotros estamos intentando concebir el tiempo como un tiempo en el que pasado, presente y futuro se sobreponen, y vamos transitando entre esos estratos de tiempo. Toda la cultura de archivo al fin y al cabo es eso, y esta es otra línea de fuga incontenible, en realidad consiste básicamente en eso: en construir un relato de futuro, utilizando fragmentos de pasado en el día de hoy. Eso es armar un archivo: transitar entre tiempos, construir heterocronías, cronologías heterogéneas, en lugar de una cronología homogénea, lineal.
Por eso lo nómada es decir todo, y no decir nada, porque es susceptible de ser dirigido hacia cualquier parte: hacia la cultura de archivo, hacia el mito de Don Juan, hacia el capital deslocalizado, hacia TODO, absolutamente todo. Porque es un concepto que tiene la capacidad de ahondar entre dos modelos epistemológicos distintos: el moderno y el que se está armando.
Nomadismo y arte al menos tiene dos vertientes absolutamente distintas. De un lado, lo nómada puede ser el tema, y el proyecto artístico está tematizando la movilidad, tematizando el nomadismo; o el nómada es el artista, que se desplaza de bienal en bienal como parachute llevando sus proyectos allí donde lo contratan. No voy a ser crítico con eso, porque es una lógica de trabajo que tiene sus ventajas e inconvenientes, como cualquier otra. Pero lo que está claro es que no tienen nada que ver: una cosa es hablar de lo nómada, y otra es ser un artista parachute, que se desplaza de un contexto a otro. En el proyecto de la exposición “Mira cómo se mueven. 4 reflexiones sobre movilidad” me interesaban los que hablaban del movimiento, y lo tematizaban, con independencia de que ellos en sus carreras personales y profesionales fueran más o menos estables o no. El proyecto estaba organizado sobre cuatro capítulos que eran cuatro maneras de pensar la movilidad, cuatro ideas sobre movilidad, y eran proyectos que prácticamente todos existían, menos uno. En cada capítulo había proyectos ya realizados pero que yo entendía que ilustraban bien el ensayo, las tesis del argumento, y una producción nueva y específica para ese capítulo. En el caso de Shopping Dance, las fotografías de Jordi Bernadó, por ejemplo. En el caso del capítulo Roadscape, se analiza cuál es nuestra relación con el paisaje: ya no es el landscape, la imagen fija, sinó que, contrariamente nuestro paisaje es un paisaje móvil, un roadscape, en la pantalla del televisor o del ordenador, en la ventanilla del tren o del avión, o en la pantalla del móvil 3G de turno. En cualquier caso, nuestro relación con el paisaje ya no es la de qué tipo de dialéctica podemos establecer con una imagen fija del mundo, que es la que construye nuestro lugar, sino que contrariamente es una relación con una imagen en movimiento.
Yo ahora estoy trabajando en esta dirección. Tengo distintas ‘malas’ ideas, y esta es una de ellas: la del paisaje. Porque hay una cuestión que me parece fundamental, y tiene que ver también con lo nómada en términos archi-generosos, y es que somos, probablemente, la primera generación que sobrevivimos a nuestro paisaje. Es decir, nuestro paisaje es tan móvil, tan cambiante en sí mismo, y cambiante sobre el soporte donde acontece el paisaje, que somos los primeros en términos históricos (y ello nos obligaría a detenernos y reflexionar sobre ello, puesto que somos los primeros en la historia), que vivimos más que nuestro paisaje. Eso no les pasó a nuestros abuelos, que podían viajar toda su vida, y después podían volver a casa. Nosotros no podemos volver a casa, porque ya cambió, y la hemos sobrevivido por lo tanto. Esta es una mutación histórica, yo creo que radical, porque evita el célebre “roda el món, torna al born” (“Da la vuelta al mundo, y vuelve al borne” – a casa). Eso era muy importante para la cultura occidental, porque concebía mucho sosiego, mucha tranquilidad el hecho de saber que puedes volver a casa…puedes ser aventurero, pero sabes que, al final de la aventura, si van mal dadas, vuelves a casa. Y eso planteado en términos políticos, estéticos, emocionales, sexuales, o lo que se quiera...uno podía aventurarse más o menos a lo que fuera, porque, al final, ‘siempre quedaba París’. Ahora ya no, porque uno ya no vuelve a su paisaje, porque mudó en otra cosa, y mayoritariamente mudó en un simulacro.
El segundo tema, el del artista nómada, es un tema interesante , y lo trato en el texto “Local Art. Comunidades locales y artistas nómadas”.
Cada vez me parece más importante insistir en la siguiente idea: el arte no tiene ningún interés en sí mismo, porque no es más que un enorme y precioso pretexto para hablar, ensayar lo que creamos, instruirnos y ejercitar lo que creamos conveniente. Porque el arte en tanto que arte es un invento moderno, y nosotros estamos en otra etapa.
Se puede hablar de un arte nómada, porque el lenguaje es el más peligroso de los bienes que le han sido concedidos al hombre, y lo permite todo. Pero al menos hay una cuestión que permite hablar de arte nómada: en el paradigma moderno, el arte es aquello que es reconocido como tal en la medida en que está inscrito en el museo, la caja del arte, y de algún modo, se exige que los públicos y las audiencias se instruyan para tener experiencias estéticas desplazándose hacia el lugar del arte. Si no están preparados para ello, pues disponen de una mediación que es la crítica de arte, que los va a acompañar de la mano para instruirlos y mejorar su analfabetismo estético. Contrariamente hoy estamos hablando de que entre esfera pública y espacio del arte (museo, espacio institucional, o como queramos llamarlo), el movimiento tiene que ser al revés: la tarea de los espacios artísticos es lanzar el objeto estético sobre la esfera pública para que allí la producción artística se codee con los mundos de vida y ponga en evidencia o no si es capaz de representar sus imaginarios, de acelerar su propia construcción de imaginarios. Es decir, tiene que lidiar con los propios mundos de vida. En el paradigma moderno, la razón de ser del arte es que garantiza nuestra experiencia estética y por lo tanto, si queremos celebrarla, tenemos que acudir al lugar del arte para que se consume, por ejemplo, un domingo por la mañana durante la visita al objeto estético.
En la contemporaneidad, vemos que la capacidad estética fluye en el interior de la subjetividad colectiva y plural, junto a la capacidad política, moral, etc y que las obras de arte han de ser lanzadas al interior de la esfera pública para que, codeándose con los mundos de vida, auxilien esas capacidades estéticas que ya existen, y se aúnen con las capacidades políticas, morales, científicas o poéticas que ya existen, para que la subjetividad pública construya sus imaginarios, se exprese y canalice sus ensoñaciones.
El movimiento del arte es este nomadismo, este desplazamiento desde el lugar tradicional del arte hacia el campo abierto de la esfera pública. Entonces arte nómada cuál sería, no aquél que permanece encerrado en el espacio de inscripción, sino aquél que se lanza a la intemperie del espacio abierto de la esfera pública, donde va a tropezar con los mundos de vida. Lo cual, por extensión, tiene una derivada: obliga a redefinir la crítica de arte, que ya no es la mediación desde el público al museo, sino desde el arte a la esfera pública, modificando su dirección de mediación. En dirección inversa a la tradicional. Ya no acompaña al analfabeto al museo para que pueda disfrutar del objeto estético, sino que su función es arañar del espacio artístico aquellos productos que entiende que pueden funcionar en el espacio público. La nueva función de la crítica es una tarea que continua en abierto, y tiene todo el recorrido por delante.
La estructura hegemónica se ha dado cuenta de esto y todos los grandes museos están haciendo pabellones móviles para operar del mismo modo más allá de los muros físicos, pero no se trata de construir habitaciones con ruedas de lo mismo. Las posiciones de poder ejercen el privilegio de su posición de poder. Lo ven todo antes que nadie, y por eso son los primeros que deslocalizan, son los primeros que crean pabellones exteriores con la voluntad de evitar que las nuevas dinámicas puedan socavar la estructura tradicional del museo, el museo como tal se mantiene, sólo que con pabellones móviles, o externos, o como sean. Es decir, en este sentido, sí se puede hablar de un arte nómada.
Cuando lo nómada se tematiza, básicamente lo que hay es un elogio del nomadismo por su capacidad deformativa, porque lo que se mueve, deforma, es una imagen movida, y es capaz de cuestionar los perfiles establecidos de las cosas. Éste es el potencial político del nomadismo: lo que se mueve, sale movido, y en tanto que sale movido, deforma la visión preconcebida. Esa deformación puede entenderse en algunos casos como una transformación, y ése es su potencial político.
La museización de la ciudad no es nada más que la conversión de la ciudad en objeto de consumo; otra de las estrategias mediante las cuales incrementar la definitiva conversión de la ciudad en espacio de consumo. La ciudad se convierte para los consumidores, no sólo del sector terciario, sino también mediante supuestas políticas de embellecimiento de la ciudad, que la convierten en postales. Es la espectacularización de la ciudad.
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