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#03 August 2013 / Cuerpo y Memoria Narrativas de los cuerpos contemporáneos

Construcción histórica de la relación cuerpos-modalidades del lenguaje-identidades

Autor: María Inés Rey

Introducción

 

La investigación se centra en los procesos identitarios de la Comunidad Sorda argentina en relación con la sociedad mayoritaria oyente. Uno de los capítulos de la investigación es el abordaje de la relación cuerpo-modalidades del lenguaje-identidad social de los Sordos. Se analiza críticamente la construcción de la discapacidad como categoría identitaria legitimada por sectores dominantes de la sociedad global. La categoría “discapacitado” invisibiliza la estrategia identitaria de los Sordos que consiste en acentuar su identidad étnica como instrumento para desarrollar nuevas posiciones en los campos institucionales, fundamentalmente en las áreas de fricción (medicina y educación).

El artículo se basa en la investigación que realicé en la ciudad de La Plata (Argentina), desde el 2000 al 2010, en escuelas e institutos para sordos, en hospitales, en la Universidad Nacional de La Plata, asociaciones e institutos de enseñanza de Lengua de Señas Argentina (LSA) y en el ámbito doméstico de personas Sordas. Durante el trabajo de campo, con interlocutores Sordos usé la LSA, que estudié en una institución especializada a cargo de instructores Sordos1.

1 Usaré la siguiente normativa propuesta por la Federación Mundial de Sordos (FMS. Helsinski, Finlandia, 2010) y adoptada por la Comunidad Sorda argentina desde su órgano de gobierno la Confederación Argentina de Sordomudos –CAS-: a) personas Sordas o Sordos, para referirme a los sujetos que reconocen su pertenencia a la Comunidad Sorda. b) niñ@s Sord@s, para referirme a niñas y varones, c) niños Sordos, para referirme a varones, d) Usaré sordos (con minúscula) para los que no forman parte de la Comunidad Sorda y no utilizan la Lengua de Señas Argentina (LSA), e)usaré “habla” para referirme a la lengua oral, si bien entendiendo que señar es un acto de habla.

 

La Comunidad Sorda se autoidentifica en la diversidad cultural y no es homogénea, en su interior se reconoce una diferenciación sociocultural y la pertenencia no se basa en el grado de sordera de sus miembros. Desde la perspectiva antropológica, los Sordos son considerados miembros de una comunidad con características culturales marcadamente diferentes, en situación de minoría social económica y socialmente marginada. La colectividad Sorda no incluye a los sujetos socializados exclusivamente en la sociedad oyente, que vivencian la sordera individualmente al interior de la sociedad mayoritaria, que desconocen la existencia de la Comunidad Sorda y de sus instituciones. Se trata de casos individuales que, aún en momentos críticos de sus vidas, no logran una ruptura con la biologización de su identidad. El pasaje de una identidad a otra (sordo/Sordo), es un movimiento complejo tanto individual como colectivamente.

La Comunidad Sorda entendida como grupo étnico, vive una situación de crisis con presiones hacia el cambio. Delimito etnicidad a partir de un conjunto cultural diferencial, contrastante y construido por un grupo o sector social en torno a una historia en común, en base a la elaboración de estrategias de conservación de los límites grupales, mediante asociaciones específicas y mecanismos de reproducción social (Ringuelet, 1987).

Los Sordos poseen un rico patrimonio cultural (tradición, lengua, socialización, red de relaciones de parentesco y no parentales, líderes, historia, normas y valores, proyectos y propuestas). Poseen formas organizacionales que permiten su conservación: las Asociaciones de Sordos; la ideología étnica como expresión de visión del mundo y afirmación de intereses sociales; la construcción de una historia propia.

Las relaciones interétnicas representan, variadamente, la problemática del poder y el intento de dominación y control de un grupo sobre otro. Esto remite a las situaciones de contacto Sordos/oyentes, que comprende: la Comunidad Sorda argentina en su conjunto y segmentos de la sociedad nacional oyente, éstos últimos investidos de gran poder político y económico en la dinámica de contacto. Esta situación se caracteriza por relaciones sociales rigurosamente asimétricas, de fricción, término con el cual se enfatiza el carácter conflictivo de las relaciones entre Sordos y oyentes, moldeadas por una estructura de sujeción/dominación. Las unidades étnicas en contacto, guardan relaciones de contradicción en el sentido que la existencia de una niega la existencia de una identidad cultural distintiva a los Sordos. En contexto político, las identidades en juego son expresión de luchas por el control del patrimonio como valor de propiedad y valor político, adquiriendo las identidades valor político.

La identidad social de los Sordos está en crisis en cuanto es crítica al interpelar a la sociedad nacional, fundamentalmente al Estado, la biologización de su identidad a través de sus propuestas en las áreas de educación y salud. La ideología étnica de los Sordos posibilita movimientos sociales de reivindicación ciudadana; la ideología de tales movimientos puede pensarse como materia prima para romper con la ilusión de transparencia de lo socialmente instituido (deficiencia, igualitarismo, biologización, discriminación).

 

 

Lengua de Señas Argentina (LSA)

La mayoría de los Sordos proviene de padres oyentes y su primera socialización tiene lugar en el “mundo oyente”. Abandonar un grupo y pasar a otro, redefiniendo su cuerpo, su comportamiento y su relación identificatoria con el modelo deficitario, implica el complejo pasaje de una cultura a otra mediante un proceso de socialización en la nueva cultura para ingresar al “mundo Sordo”. Dominar la LSA pura, es decir, la lengua hablada sólo entre personas Sordas (existen señas no dadas a conocer a oyentes conocedores de la LSA) implica que el sujeto ya pertenece a la Cultura Sorda, que ya internalizó normas y valores.

La LSA expresa la transgresión a una identidad que no se corresponde con su cuerpo, situada en un lugar social impermeable a la duda por parte de los sectores dominantes. La cirugía de Implante Coclear (IC) constituye un conflicto intercultural de valores morales. Los padres oyentes, permeables al discurso médico, priorizan la privación de la LSA y la cirugía de IC. La Federación Mundial de Sordos (FMS), con base en Helsinski (Finlandia) no recomienda el IC en niñ@s, afirmando que el niñ@ Sordo es sano y que, por lo tanto, no es ético operarlo. En Argentina, actualmente, los Sordos desaprueban esta intervención médica en niñ@s, por las mismas razones y por el impacto negativo en la estructura social de la Comunidad. En la década de 1990, en distintos países europeos, se sucedieron marchas organizadas por Asociaciones de Sordos a favor del reconocimiento del “Mundo Sordo”, de la paralización de subsidios gubernamentales para hacer implantes y la petición de investigaciones científicas sobre las consecuencias psicosociales del implante en niñ@s.

La LSA encarna la ruptura con un orden cultural, con las metodologías de enseñanza aliadas de la visión médica de la sordera y del ser Sordo, con la representación de una corporeidad construida a partir de un modelo mecanicista del cuerpo. La LSA encarna la ruptura con la biologización de la identidad Sorda. La LSA encarna un lugar de diferencias y de desigualdades sociales. Su uso implica un uso del cuerpo en que la dignidad del cuerpo en la comunicación plantea objeciones ya que el cuerpo pasa a ser la dimensión impúdica de la oralidad (Le Breton, 1999).

La mirada es la primera ruptura con normas de conducta de los oyentes. La mirada es fundamental en las lenguas de señas; son transmitidas en una modalidad viso-espacial, por lo tanto, los cuerpos señantes deben dejarse ver. Los usos de la mirada es una de las modalidades de la interacción social que irrumpe casi inmoralmente en los intercambios aceptados por los oyentes quienes ritualizan la evitación de la mirada porque la discreción es la conducta esperada y el cuerpo debe permanecer discreto siempre presente en el sentimiento de su ausencia. Así, el borramiento del cuerpo como una simbolización particular de sus usos, se traduce en el distanciamiento. La socialización de las manifestaciones corporales se hacen bajo los auspicios de la represión de los oyentes para consigo mismos y para los Sordos. Los Sordos buscan la mirada, la apoyan, la sostienen, interrogan, indican distancia social. El tacto, despierta los sentidos de la materialidad del cuerpo. Mirada y tacto, entretejen un universo material-simbólico donde se despliegan otros modos perceptivos, emocionales, de sociabilidad y de afectividad. Cabe aclarar que la lengua de señas no es universal. Investigadores de la Universidad Gallaudet (Estados Unidos) estudiaron el uso del tiempo en las señas; las lenguas de señas presentan un dinamismo de movimientos y pausas, no se trata de configuraciones congeladas en el espacio, sino moduladas en el tiempo. En todos los niveles (léxico, gramatical y sintáctico) se hace un uso lingüístico del espacio; “el espacio es una construcción simbólica, con una organización y un significado discursivo (Massone, 2003 (b):87). El espacio durante la interacción se constituye en tres modos: el espacio gramatical, el topográfico y el discursivo. Cada sujeto que habla se sitúa en una posición semejante al de una cámara de filmación y comparando con los distintos planos referenciales asignados en el cine tiene lugar un juego dinámico de ubicación y movimiento.

La LSA es una lengua autónoma del español o de cualquier otra lengua hablada o de señas, con sus propios mecanismos internos para relacionar la forma visual con el significado. El significado se vehiculiza a través señas manuales y no-manuales que tienen distintas funciones gramaticales, léxicas y discursivas. Los rasgos no-manuales son movimientos de las partes de la cara (ojos, cejas, labios, nariz) y del cuerpo (movimiento de hombros, del cuerpo hacia la derecha o la izquierda) que no pueden no estar, de lo contrario se dice otra cosa; también tienen función gramatical, ya que diferencian interrogación, afirmación y negación y marcan intenciones del señante (exclamación, duda) y función discursiva, es decir, los distintos participantes, lugares o temas en un discurso se marcan con movimientos hacia la derecha o izquierda del cuerpo.

Todo el cuerpo comprometido en una estructura lingüística, es cuerpo sensible conociendo el mundo. La práctica lingüística forma nuevas situaciones, recrea otras, constituyendo una productividad ilimitada (Lischetti, 1994).

La LSA encarna fenómenos históricos y político-culturales, su uso y prohibición son parte de la historia de la Comunidad Sorda: en su interacción social, familiar, en la violencia física y simbólica. Esta lengua es un lugar de transformación de los cuerpos, de las vivencias de la sordera y del ser Sordo. Hacer un uso lingüístico del espacio, vivenciar una espacialidad según normas lingüísticas y un cuerpo comprometido en una estructura lingüística, es cuerpo subjetivado conociendo el mundo.

 

 

Cuerpos-modalidades del lenguaje

Considero que el cuerpo es cultural porque es el lugar original de simbolización. Definir el cuerpo es remitirlo a reglas que organizan la experiencia, es decir, es definirlo al interior de una experiencia. Este es el punto de partida para abordar el estudio de la identidad de los Sordos a través del cuerpo como subjetividad socializada, lejos de la naturalización, ahistoricidad y cosificación implicados en el enfoque biologista del mundo social. La posibilidad de entender el cuerpo como un lugar de subjetividad, constituye un desafío para las teorías de la cultura en las cuales mente-sujeto-cultura son desplegadas con y en contraste con cuerpo-objeto-biología.

El cuerpo parece algo evidente, sin embargo, no es un dato indiscutible de la realidad. El cuerpo es una noción problemática. ¿Qué es un cuerpo? ¿Cuál es su naturaleza, su identidad? ¿De qué cuerpo se trata, a qué tipo de construcción corresponde?

La negación de un cuerpo-lengua, remite al proceso traumatizante del sufrimiento en su negación de identidad. Entender que el cuerpo tiene una historia y es tanto un fenómeno cultural como una entidad biológica, tiene implicaciones teóricas de gran importancia. La dimensión histórica no es un plano de la vida sin volúmenes. Nuestros cuerpos no son originalmente objetos para nosotros. Posturas corporales, emociones, gestos, sentimientos, percepciones, sociohistóricamente constituidos y constituyentes que generan formas de sociabilidad y de afectividad, valoraciones, interpretaciones, usos de espacio, usos de tiempo, son un modo de conocimiento. La objetivación es producto de un conocimiento reflexivo e ideológico, sea en forma de cristianismo colonial, ciencia biológica o cultura de consumo. En el capitalismo tardío y la cultura consumista, la meta del propio cuidado corporal cambió históricamente desde la salvación espiritual hacia una salud mejor y hacia el comercio.

Es posible trazar la secularización del cuerpo en la que deja de ser objeto de un discurso sagrado y pasa a ser un discurso médico, donde el cuerpo es una máquina que debe ser controlada a través de apropiados regímenes científicos. La secularización es un complejo proceso de cambio cultural. A través de dicho proceso las funciones religiosas son transferidas a instituciones seculares; las creencias y prácticas religiosas proporcionan el punto de partida y el modelo para las actividades que reaparecen en la sociedad bajo un nuevo atavío. La organización moral del individuo mediante las prácticas religiosas es reasignada, en la actualidad, a la medicina.

En Occidente, la concepción de cuerpo que se admite con mayor frecuencia encuentra su formulación en la anatomofisiología que refiere a una clase de cuerpo asumido como fijo, como entidad material sujeta a las reglas empíricas de las ciencias biológicas. Se define a la naturaleza como potencia omnipresente que excluye de su espacio multitud de posibles para dejar surgir sólo uno: el hombre-máquina respondiendo a las leyes ordinarias de la mecánica, susceptible de control y evaluación de su funcionamiento, en una repetición de lo idéntico. Se suprime el hecho que la presencia biológica del hombre se encuentra socialmente construida y constituida.

La discapacidad es una biología significada por la teoría y práctica médicas dominantes, receptáculo de atributos negativos que borra multiplicidad de posibles ya que todos los cuerpos se reducen a uno: el del “error natural” que conduce a “desvíos” de conducta.

Médicos y educadores oralistas, mediante la representación que de esos cuerpos se construye desde el paradigma médico dominante, actúan sobre los cuerpos reales de los Sordos, sobre su educación, su salud, su trabajo, sus distintas experiencias y sus vidas.

En Argentina, a fines del s.XIX, medicina y educación, son instituciones que ya producen instrumentos concretos para la planificación social en un Estado en expansión. En la convergencia de lo técnico y lo económico, medicina y educación, se constituyen en motor de “crecimiento social” y representación uniforme del destino individual y colectivo. Intervienen en el campo político al producir nuevas técnicas de decisión y permiten la instauración de un control social: el dominio del cambio, lo cual las inviste de gran poder en la dinámica de contacto con la Comunidad Sorda. La eficacia social de estas instituciones consiste en el dominio del cambio corporal y conductal, imprimiéndole a la dinámica de contacto un carácter altamente conflictivo. Se pretende que los Sordos se asemejen a los oyentes, se aproximen a la normalidad, “colocando las cosas en su lugar, según la naturaleza de las cosas” y es por eso que el Sordo es pensado como “oyente fallado” (incompleto). La normalización fue naturalizada y este es uno de los procesos por los que se expresa poder en el campo de la identidad, y el “otro” fue naturalizado como anormal. La efectividad ideológica de naturalizar la identidad (étnica) de los Sordos radica en negar su capacidad como instrumento de transformación, bajo el supuesto que lo “natural” es inevitable. Al afirmar la pertenencia distintiva (discapacidad) esencializándola (biologizada) se niega la posibilidad de revertirla y la meta es la reparación del déficit siendo el método adecuado la intervención externa y planificada.

La medicina muestra una estructura jerarquizada de relaciones internas y externas; la intervención médica actúa sobre la “falla” biológica que mejorará conductas reforzadas por la acción pedagógica (oralismo) bajo responsabilidad familiar. Mantiene una relación de dominación con el campo educativo, subsumiendo lo educativo en lo terapéutico. Medicina y educación dominantes, consideran a los Sordos enfermos a rehabilitar y alumnos a normalizar. Las lenguas de señas son reducidas a mímica y gestualidad para expresar pensamiento concreto, es decir, no son consideradas lenguas. Todo retraso está “naturalmente” originado por la deficiencia auditiva; se atribuye a factores etiológicos del déficit auditivo, consecuencias de orden social. Quitan materialidad al sujeto e intervienen mecánicamente sobre el cuerpo (audífonos, implantes cocleares, terapias del habla, lectura labial) para modificar comportamientos (oralización, prohibir el uso de la lengua de señas, evitar contacto con otros Sordos). El ideal de sus prácticas combinadas es que las personas Sordas hablen (lengua oral) y adquieran conductas de oyente para integrarlos a la sociedad global en el marco de una concepción igualitaria homogénea mediante la acción rehabilitadota (medicina)-normalizadora (educación). En medicina prevalece una concepción mecanicista del cuerpo humano, por lo tanto, la sordera es pensada como un desvío de lo normal esperado: la audición, y la lengua de señas es el síntoma de la enfermedad a erradicar. En estas instituciones, las distinciones socialmente más eficaces son las que aparentan fundarse en diferencias objetivas, tales como las “fronteras naturales”. Con su visión mecanicista del mundo biológico y la biologización del mundo social, la sordera es la “frontera natural” de una diferencia objetiva, con el acaecimiento de la discapacidad. Desde este contexto teórico, se reduce el lenguaje a la lengua oral. Es impensable, entonces, que la LSA sea una lengua, una lengua creada con todo el cuerpo y sin sonidos no es lengua y se naturalizan los signos en base al supuesto de universalidad, iconicidad y agramaticalidad.

La rehabilitación, entendida como maximización de potencialidades, se centra en terapias del habla. Las prescripciones médicas para la salud (terapias del habla, uso de audífono, cirugías, implante coclear,) conllevan prescripciones que modifican los cuerpos de los Sordos modificando conductas valoradas como anormales e inmorales (uso de la lengua de señas, no hablar el español oral, contacto de niñ@s Sordos entre sí y con adultos Sordos). La rehabilitación es el único camino para cambiar el destino marcado en el cuerpo-objeto y ese destino es el de acercarse a la completud (normalidad).

En la educación del Sordo, el método de enseñanza privilegiado es el oralismo cuyo soporte teórico es el conductismo, según el cual la lengua (oral) brinda acceso al pensamiento. Entonces, la conducta privilegiada es el “habla”, que se “estimula” y “refuerza” y el rendimiento escolar se mide en términos de éxito/fracaso. Los procesos intelectuales y de aprendizaje aparecen desprendidos de los contextos socioculturales. La vida psíquica se convierte en una cosa puramente “natural”, explicable por causas biológicas internas al organismo. Respecto a la concepción de los procesos cognitivos, el origen genético de las aptitudes las convierten en atributo humano fijo, mensurable, apenas modificable por la acción pedagógica. El constructo inteligencia en términos de rendimientos se limita a resultados sin considerar los procesos intelectuales; con su anclaje en el positivismo no estudian procesos. El cisma entre ideas y sociedad provoca la reificación de la vida psíquica. Esto lleva a los enfoques clínico-médicos de las dificultades, a la concepción de enfermedad y a la exclusión de los niñ@s Sordos. Al pensar las formas de consciencia como autónomas de las condiciones sociales se las desvincula de la historia, lo que equivale a naturalizarlas.

Se normaliza al Sordo en programas de rehabilitación que trazan las pautas de conducta deseables, moralmente correctas y se modifican o eliminan las conductas no deseables a favor de la “integración” social del niñ@ Sordo. La integración es entendida en términos de adaptación, es decir, de respuestas adecuadas. Se trata de un asimilacionismo: asimilar la diferencia a la homogeneidad y la deficiencia a la normalidad. El igualitarismo surge en los sectores de poder que institucionalizan la identidad biologizada en espacios físico y simbólicos (consultorios y aulas) donde el Sordo está ausente como colectividad puesto que se reciben enfermos - alumnos individuales.

Aquí, el expulsado pierde visibilidad en los escenarios públicos y de intercambio porque su presencia está privada de lenguaje. Sin embargo, está siendo producido. La inclusión entendida como asimilación de lo mismo que la medicina produce es una reproducción de la exclusión. La inclusión es un fetiche de la normalidad. La visión médico-patológica crea sujetos incompletos, sujetos de la exclusión. Entre la inclusión y la exclusión hay un pasaje: la oralización, lo cual implica una violencia invisibilizada en tanto tal.

Estas instituciones, legitiman la diferencia como deficiencia, crean y legitiman la entidad discapacitado y se arrogan el deber de actuar sobre ella que les da el derecho, autoatribuido, a decidir por ella. Se actúa sobre los comportamientos del grupo instituido para ajustarlos al deber de ser: deber de ser hablante de español y deber de adquirir conductas de oyente. A la identidad discapacitado se le asigna una esencia (deficiencia) y un valor a su portador (minusvalía). Desde el momento de su intervención, los médicos contribuyen a la construcción de un único modelo posible para desarrollarse e identificarse en la sociedad, por eso entiendo su papel como normalizador. Aducen razones humanitarias para la intervención, en consecuencia, la decisión es ubicada en un plano moral.

El ordenamiento social de la ideología dominante en las áreas de fricción, se basa en la oposición “nosotros”/”otros”, oposiciones lógicas, casilleros vacíos a completarse por identidades adjudicadas donde se define el ser esencializado e inmutable. Oposición que se condensa en la diferencia hablar (lengua ora)/no hablar (señar), marcada por la discapacidad. El “nosotros”, se reserva la condición de agente histórico social, sujeto activo de la racionalidad y del devenir. Esta oposición se juega en los campos institucionales donde la Comunidad Sorda se confronta a un exterior en situación de marginalidad e invisibilidad étnica, en el sistema de desigualdad.

El otro no es otro natural, sino otro del lenguaje y de los distintos sistemas clasificatorios: el del sistema médico y el de la Comunidad Sorda en la situación de contacto interétnico. Si lo biológico normal se funda en nociones de lo socialmente normal, entonces, las personas Sordas cuestionan a los sectores dominantes el núcleo de su marco conceptual-referencial: el biologismo.

Como dije, definir el cuerpo es remitirlo a reglas que organizan la experiencia. Es decir, el cuerpo es definido al interior de una experiencia, de relaciones del sujeto consigo mismo-otros, y en ellas, sujeto-cuerpo se modifican: el cuerpo, al ser aprehendido, transformado y, el sujeto al transformar las categorías con las que lo piensa. Es en el horizonte de la experiencia donde se presentan las técnicas de subjetivación por los cuales los sujetos reconocen simbólica y prácticamente una finalidad, por lo tanto, buscan transformar sus cuerpos. En la experiencia del cuerpo se demarca el encuentro del sujeto-el cuerpo-la comunidad-LSA. El cuerpo es un espacio de valores bajo la forma de límites entre lo aceptable y la transgresión, donde los Sordos interpelan a la sociedad oyente: cuestionan las prácticas sobre sus cuerpos, la manera de comprender sus cuerpos a través de atributos negativos y la transformación de conductas. Es en la experiencia del cuerpo donde se presentan las técnicas de subjetivación por las que los Sordos se reconocen en la diversidad cultural y buscan transformar sus cuerpos a partir de ese conocimiento. Un saber sobre sí mismos está implícito en la decisión de practicar una transformación corporal: señar, lo cual modifica la relación cuerpo-identidad, el sujeto deja de ser enfermo (sordo) para definirse Sordo (identidad cultural).

Si las prácticas son el horizonte de lo que se hace, los modos de manipular aquello constituido como “real” para los que lo piensan, el modo como estos se constituyen en sujetos capaces de conocer y modificar ese “real”, entonces, los vínculos entre los cuerpos son parte del horizonte. La sensorialidad también es conciencia de las vivencias internas y externas; el sujeto elabora la reflexión de la experiencia generando una valoración de la realidad. El cuerpo es un estar siendo en el mundo que pone en movimiento distintas vías que se entrecruzan como dimensiones de la experiencia y del conocimiento. Estar siendo un cuerpo es movimiento que puede iniciarse en un gesto que respira imágenes, sensaciones y sentimientos, que nos orienta por los intersticios de las palabras. También en los intersticios, construimos la historia individual y social con otros cuerpos. El gesto, es captación sensible del mundo. Atar las manos de los niñ@s Sordos para que no señen o un golpe en el pecho para que salga la voz, son gestos que forman parte de la historia de los Sordos con su propio cuerpo y con el mundo. El gesto, no es un mapa de la historia, es historia.

La LSA expone el ser-en-el-mundo diverso, mutable, inacabado, posibilitando estrategias de identidad. La lengua es ella misma una modalidad de ser- en- el- mundo.

La universalidad del cuerpo, su reificación y alienación, constituyen el paradigma dominante que permea la cultura actual, elaborado históricamente desde los sectores sociales que ejercen el poder y se concreta en las prácticas sociales. La tecnología, como parte del capital, se ha convertido en el gran vehículo de la reificación porque permite organizar hasta tal punto el mundo que pareciera que no necesitáramos experimentarlo.

 

A modo de conclusión, reconozco cuerpo-LSA como terreno de tensión y conflicto, de luchas políticas desde focos de poder (medicina, educación oralista, familias oyentes) marcado por la objetivación y expresiones de disenso por parte de la Comunidad Sorda.

Las condiciones socioeconómicas en nuestra sociedad, favorecen el ejercicio del poder a partir de la apropiación de los bienes materiales y, luego, de los bienes simbólicos, en una red de relaciones asimétricas. Estos focos de poder cumplen funciones de control social en los cuerpos de las personas Sordas-identidad; normalización, medicalización y legitimación, aparecen manifiestamente como actos técnicos. Esta opacidad facilita su reproducción ideológica a través de la práctica y saber médicos que transmiten las pautas de comportamiento consideradas correctas, adaptativas en términos conductistas y de integración en educación (asimilacionismo). Actitudes, estereotipos e imaginarios sociales que conforman el poder y saber médico-terapéutico subsumiendo lo educativo en lo terapéutico, constituyen el marco de referencia científico y legitimado de las acciones contra la enfermedad (sordera), siendo la lengua de señas el síntoma. En estos campos intitucionales se categoriza y legitima la discapacidad y quien categoriza se arroga el derecho a incluir/excluir, se generan los formatos reeducativos donde las diferencias se convierten en desigualdades. El acto de institución como acto de categorización produce lo que designa: el “otro”, el “discapacitado”, que es producto de un proceso histórico de alterización confundiendo al otro con la invención que del otro se ha hecho.

La efectividad ideológica de naturalizar la identidad de los Sordos radica en negar su capacidad como instrumento de transformación, bajo el supuesto que lo “natural” es inevitable.

Las prácticas objetivantes sobre el cuerpo, son aquellas que lo hace su objeto como receptáculo de su acción rehabilitadora-normalizadora y objeto de manipulación e intervención de las instituciones que intervienen en la planificación social. En estas instituciones domina el pensamiento biologista que concibe al cuerpo sustrato precultural sobre el cual opera la cultura. El reduccionismo biologista, sostiene que la sociedad tal como la conocemos es resultado de un proceso adaptativo inevitable. Se representa un orden universal con una escala jerárquica y fija. Un supuesto básico es que la lengua oral brinda acceso al pensamiento, entonces, al habla se le adjudica un valor tal que pasa a ser el referente del orden universal, siendo la “razón” su efecto. La “razón” separa al hombre del resto de las especies animales. El individuo que no habla (no oralizado), cae en la escala jerárquica ubicándolo próximo a la animalidad. La naturaleza omnipresente, excluye de su espacio multitud de posibles para dejar surgir sólo uno: el habla. El hombre es habla (lengua oral).

El lenguaje humano reducido a la oralización no puede ampliarse a formas “antinaturales”. No hay espacio para la lengua de señas. Se naturalizan los signos y se convierte en gestualidad para comunicar mensajes concretos. Se reduce el lenguaje a la lengua oral. Se evidencia el desconocimiento de la facultad y de la plasticidad que nos caracteriza como especie; desconocimiento que es origen de prejuicios y discriminación.

En este contexto, la biología se constituye en referencia de un orden que universaliza una visión sociopolítica garantizada como “natural”. Así, el ordenamiento social concebido por el biologismo, se basa en la oposición “nosotros”/”otros”.

Concebir al Sordo como enfermo a rehabilitar mediante la enseñanza del habla (lengua oral), está muy próxima a la concepción del incorregible de los siglos XVIII – XIX (individuo de la domesticación y de la disciplina) cuyo encierro excluía de hecho y se justificaba por la necesidad de corregir y provocar la vuelta a los “buenos sentimientos”. El marco de referencia del incorregible es la familia y las instituciones que lindan con ella: medicina y educación, y es incorregible por fracaso de las técnicas de domesticación (Foucalult, 2000).

Este incorregible es un cuerpo “fallado”, un “oyente fallado”, por lo tanto, la intervención médica actúa sobre la falla biológica que mejorará conductas reforzadas por la acción pedagógica (oralismo) bajo responsabilidad familiar (familia oyente). En conjunto, se trata de recuperar un cuerpo completo para volver las cosas a su lugar, según la naturaleza de las cosas: que el Sordo sea oyente y esto es posible porque se lo acerca, más o menos, a la norma. La tecnología a disposición, configura los cuerpos y los posibles destinos identitarios (Sordo/sordo).

La prohibición es el marco jurídico (prohibir el uso de la LSA, sugerir matrimonios mixtos Sordo-oyente, restricciones a la herencia, etc.); las prohibiciones son prácticas destinadas a enderezar a los Sordos que resisten la domesticación, y la corrección justifica el encierro y el aislamiento (internados, por ejemplo). Este aislamiento marca la invisibilidad como expresión de disciplinamiento y control a través de la categoría “discapacitado”. La invisibilidad es violencia silenciosa que ignora que es violencia bajo el supuesto humanitario de corregir el desvío (conducta), la falla (biología).

El concepto de normalidad, de cuerpo normal crea el problema del otro deficiente, de la incompletud. Históricamente, se desarrolló una tecnología orientada hacia los “anormales” y una red de saberes y poderes posibilitó la confluencia de figuras de la anomalía en un único sistema de regularidades. En el s.XIX, se diseminaron representaciones y prácticas (incluyo los discursos en las prácticas) sobre lo normal/anormal, de manera que, el concepto de “ideal” se tradujo en “normal”, la aplicación de la idea de norma al cuerpo creó la idea de cuerpo “desviado” y de una normal variación del cuerpo a través de la guía de la forma en que el cuerpo “debería ser” y, la “curva normal de distribución” creó el ideal de orden clasificado jerárquicamente por imposición de la norma. Esto se complementa con la noción de progreso, perfectibilidad y eliminación del desvío.

La difusión del significado de lo “normal” produjo cambios en las personas cuyos comportamientos podían ser vistos como desviantes, modificando vidas y experiencias.

Coincido con Tadeo da Silva en que la normalización es uno de los procesos a través de los cuales el poder se manifiesta en el campo de la identidad (Tomas Tadeo da Silva, en Skliar 2007).

Si la sociedad se percibe dada e inmodificable, las aptitudes intelectuales aparecen con la naturalidad e inevitabilidad de las relaciones entre cosas porque se representan los fenómenos psíquicos asociados a la vida social regida por relaciones mercantiles, como naturales. De allí, que hayan encontrado una relación directa entre la deficiencia auditiva y las dificultades lingüísticas, sociales e intelectuales de los niñ@s Sordos. Respecto del rendimiento intelectual y de las capacidades cognitivas, existe una confusión conceptual entre la deficiencia biológica de una lesión y la discapacidad que se relaciona con las medidas sociales que diferencian el acceso para los sujetos con déficits a los lugares donde se transmite el patrimonio cultural. Se borran las diversidades en la formación de la inteligencia en las prácticas socioculturales en las que participan los niños y se legitiman como “naturales” las diferencias convertidas en desigualdad.

En un grupo étnico la conservación de su identidad se da mediante normas para determinar la pertenencia y medios por los cuales el grupo logra conservarse, no sólo por reclutamiento sino por la expresión y ratificación continuas. Así, la LSA es un criterio privilegiado, aunque no exclusivo de pertenencia a la Comunidad Sorda porque forma parte de la adquisición de normas culturales particulares. La lengua creada por los Sordos y transmitida de una generación a otra, es parte de la herencia patrimonial.

La etnicidad como criterio de filiación y de lucha política, posibilita distinguirse de otros grupos, afirmar su identidad y luchar por sus intereses políticos (política lingüística, política educativa, política en salud, política jurídica) y económicos (capacitación e inserción laboral).

He pasado revista a una diversidad de formas de expresión y organizacionales patrimonio de los Sordos, a las que podemos agregar: la asignación de seña personal que es equivalente al bautismo, los mecanismos de reproducción grupal, tales como el interrelacionamiento general, las relaciones específicas de parentesco fundamentales para la regulación de la membresía y para la continuidad grupal.

La Comunidad Sorda cuenta con una organización institucional: la Confederación Argentina de Sordomudos (CAS) que nuclea a las Asociaciones de todo el país y representa a la Comunidad Sorda ante los gobiernos, entidades públicas y privadas y vehiculiza movimientos sociales (a nivel internacional, el Deaf Power y a nivel nacional, lo que he dado en llamar de “Recuperación de niños perdidos y jóvenes”) de reivindicación ciudadana. La ideología étnica de tales movimientos puede pensarse como materia prima para romper con la ilusión de transparencia de lo socialmente instituído (deficiencia, igualitarismo, biologización, discriminación).

Las personas Sordas de Argentina, a través de la CAS (Confederación Argentina de Sordomudos) confrontan activamente las condiciones materiales e ideológicas presentadas desde hace más de un siglo en el seno de la sociedad, en post de una herencia patrimonial invisibilizada en la situación de contacto con las áreas de fricción que estigmatizan el cuerpo-LSA.

La facultad de simbolizar anula toda discapacidad atribuída a las personas Sordas. La estructura subyacente del lenguaje es independiente de la modalidad de expresión.

El cuerpo es cultural y el sentido de su inmediatez existencial es constitutivo de ser-en-el-mundo, mutable, inacabado y que en su presencia histórica nos abre a la diversidad intra e intercultural.

Es necesario escuchar las necesidades socioculturales de las personas Sordas, construir conjuntamente conocimiento con la Comunidad Sorda, confrontando saberes. Entiendo que esta es la base del diálogo intercultural, como exigencia epistemológica, es decir, conceptual, metodológica e ideológica.

 

María Inés Rey

Dra. en Antropología, Universidad Nacional de La Plata (Argentina)

 

 

 

 

 

Bibliografía

 

 

- Achard, P. y otros (1980): Discurso biológico y orden social. México D.F.: Ed. Nueva Imagen.

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