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#05 Julio 2014 / CocinArte Reflexiones sobre arte y cocina

CocinArte

Reflexiones sobre arte y cocina

La cuestión del tiempo -el devenir, la caducidad o la eternidad- ocupa a la humanidad desde siempre. No en vano es la preocupación que está en el origen de la escritura y por lo tanto de la Historia con mayúsculas. Pronto se realizó una importante distinción que ahora entendemos bajo los términos de macro y micro-Historia, y se hizo para hablar de ritmos temporales: vitales – referido a los individuos; sociales – para los colectivos; y hasta universales – en referencia a la cadencia temporal de los cuerpos celestes y de su entorno. Este hecho pone de manifiesto también cómo el tiempo ha sido entendido desde la fragmentación -en minutos, horas, semanas, meses o años; en lustros, décadas, siglos; en épocas, periodos o eras-, aunque se trate de puro devenir y lo único que sepamos seguro de él es que “no pasa en vano” o que “lo cura todo”.

Al término tiempo se le asocian nociones como cambio, movimiento, dinamismo, y también vitalidad. Porque cuando el tiempo se fragmenta y por lo tanto se detiene en cierto sentido, algo muere, tal y como anunció Roland Barthes respecto de lo que hace la instantánea fotográfica con el referente que fotografía.[1] 
 

La noción de temporalidad atraviesa, así, gran parte de las reflexiones contemporáneas, aunque en algunos casos lo haga sutilmente, dejando entrever que las ideas de perspectiva histórica, tiempo (pos)moderno o relato histórico son maneras de narrar, formas de definir lo finito y lo infinito, es decir, la muerte o la eternidad de las ideas, las personas, las sociedades, los modelos, los valores, las aspiraciones, los relatos, o el arte. El diálogo con el tiempo que en muchas manifestaciones culturales contemporáneas se observa, saca a relucir que, lejos de ser un problema obsoleto, es un motivo de relato cargado de contemporaneidad, y como ejemplo, vale pensar en el peso que han adquirido las memoria histórica, colectiva, individual o familiar, y su contra-cara, el olvido. Artistas como Boltanski o Kiefer, o teóricos como Todorov, entre muchos otros, han trabajado intensamente el tema.

¿Qué ocurre hoy en día con nuestra relación con el tiempo? Las distancias se han acortado porque las velocidades han aumentado, y la tecnología y las estructuras sociales en red se han impuesto como modelos de vida. Apenas toleramos ya “la espera”. Nos estamos acostumbrando a lo inmediato, que aunque a menudo se manifiesta de forma efímera, nos proporciona lo que queremos en el momento en que lo queremos, y cada vez somos más capaces de desarrollarnos en lo simultáneo, habituados como estamos a la sobredosis de inputs visuales y sensitivos en general, y perdidos en el imperativo del multitasking.

 

Porque nos suscita grandes inquietudes, y porque nos parece una discusión plenamente contemporánea, en el año en que se cumple el centenario de la I Guerra Mundial, y en el que historiadores y analistas se proponen revisar las consecuencias de la misma a la luz de los acontecimientos posteriores de los siglos XX y XXI, desde Nómade nos planteamos el reto de introducir la cuestión del tiempo y la temporalidad como temas vertebradores de las cuatro publicaciones del 2014. Así, manteniendo la idea de lectura transversal a través de los cuatro ejes temáticos, los números van a compartir de formas más o menos explícitas esta cuestión de fondo.
Desde Nómade deseamos así pensar el tiempo en términos históricos, aunque también en cómo opera en el proceso creativo para el desarrollo de una obra; o en cómo se manifiesta en relación a las instituciones culturales que se encargan de generar narrativas.

Y la primera de las publicaciones, como segunda entrega del eje “Narrativas de lo efímero contemporáneo”, va a girar en torno a la relación entre la cocina y el arte, centrada en la idea de proceso creativo. Un lugar de pensamiento, el de la cocina, que se está haciendo un espacio en el panorama artístico, básicamente por el empeño del 5 veces mejor cocinero del mundo, Ferran Adrià, de la gente de la cual se ha sabido rodear, y de toda una nueva generación de cocineros-investigadores que hace ya un par de décadas buscan los límites de su profesión.

La cocina de vanguardia revisada desde la idea de proceso creativo es, además de propia de la contemporaneidad, un ejemplo de experimentación libre, de intersección de mundos –gastronomía, ciencia, diseño, arte, márqueting y la lista sigue-, y de acto performativo de primer orden –tanto del cocinero, como del comensal que la degusta. Aspira a provocar experiencias estéticas y para ello utiliza todos los sentidos, poniendo especial atención en el gustativo, el olfativo y el visual, aunque no sólo. Y se acerca a los happenings de Kaprow cuando el comensal interviene en el ‘acabado’ de la obra, porque como el mismo Adrià dice: “Comer es cocinar”.

Así, ¿Qué problemáticas genera o re-abre la cocina en el mundo de la cultura y del arte? ¿Es la cocina de vanguardia un fenómeno contemporáneo capaz de generar nuevos espacios de discurso? ¿Cuáles son los elementos que hacen que la cocina, lo quieran o no, haya entrado en el mundo estético y artístico? y ¿Qué relaciones de parecido pueden establecerse entre la cocina y las disciplinas artísticas clásicas y no tanto?

Conscientes que es un terreno algo pantanoso según algunos, desde Nómade creemos en el potencial de la cocina como disciplina estético-artística, y su capacidad de remover las entrañas de filósofos, artistas y críticos del mundo del arte. Creemos que por el hecho de que no deje indiferente, para bien o para mal, y sea capaz de repensar una vez más los límites del arte y generar nuevos ámbitos de discusión, merece un espacio en esta revista digital.

Asi que ¡BUEN PROVECHO!



[1] BARTHES, Roland, La Cámara Lúcida, Barcelona: Gustavo Gili, 1982