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#04 Noviembre 2013 / Teóricos y arte La relación con el objeto de estudio

Teóricos y arte

La relación con el objeto de estudio

La producción de textos a lo largo de los siglos XIX, XX y XXI referidos al estudio y la reflexión en torno a las artes ha ido in crescendo desde el inicio de lo que la Historia del Arte -con su didáctica costumbre de dividir el tiempo en periodos- ha venido a llamar Modernidad. Se pueden completar bibliotecas enteras de libros que indagan sobre producciones artísticas coetáneas y sus reminiscencias teóricas. Y es la necesidad de generar discursos que asuman esa responsabilidad la que ha generado una enorme producción reflexiva.

En la contemporaneidad, con la revolución tecnológica y sus repercusiones en la producción artística, ha sido necesario, además, un replanteamiento y una búsqueda de nuevas herramientas de abordaje del arte, en un momento en que los límites son, cuanto menos, difusos. La reflexión en torno al arte se asume hoy por parte de los autores como un ejercicio complejo, escurridizo y polisémico.

Los cruces ideológicos, estéticos, institucionales, políticos, y propios de la experiencia subjetiva, se entrelazan propulsando una enorme diversidad de discursos y cada autor se halla, además, atravesado por categorías que acentúan la dificultad intrínseca del acercamiento al dispositivo artístico.

En este sentido, la relación entre el investigador-teórico y la obra de arte no puede ser pensada como un cuerpo homogéneo, sino como una maraña de experiencias y percepciones en permanente crecimiento y mutación. El uso subjetivo de dicho background, sumado a las herramientas, al recorrido y la formación personal de la mirada estética, conlleva que las relaciones de los teóricos e investigadores con las obras sean inevitablemente subjetivas, aunque no por ello menos universalizables. Y a ello se suma el poder que las instituciones ejercen marcando líneas de pensamiento.

Por último, una crítica recurrente a cualquier análisis realizado por un teórico apunta siempre a la supuesta distancia que éste tiene respecto de la práctica artística, pero en esta valoración se olvida a menudo el hecho de que el crítico, teórico o docente, en su ejercicio de análisis y formación de un discurso, está generando también, mediante un lenguaje textual, una creación de primer orden, en una tentativa de sugerir nuevas formas de conocimiento. Y la materia prima con la que trabaja son las ideas, las intuiciones –los desvaríos a menudo, que sin embargo adquieren vida propia y conducen la reflexión por sus propios senderos. Así, como puede ocurrirle a un novelista en plena inspiración, el ensayista que genera discursos en torno al arte, sufre los caprichos de la creación, como los sufre el artista de una forma reconocida y estudiada.

 

Para abordar esta cuestión que abre el eje temático “Arte e institucionalización” en esta cuarta y última entrega de 2013, contamos con la colaboración de cuatro grandes nombres que han generado interesantes aportaciones al tema.

El primero de los textos, El pasado del arte contemporáneo, bajo la autoría de Sergio Moyinedo, reflexiona sobre la relación del observador analítico con el arte contemporáneo, vehiculando su discurso en torno a los problemas que genera el confuso término de ‘perspectiva histórica’, más aún cuando lo que se analiza carece de la misma. Su texto en definitiva saca a relucir la importancia del análisis teórico de la obra de arte contemporánea, desdibujando los límites de lo establecido como pasado, presente y futuro.

Gerard Vilar propone una Filosofía de la precariedad, en la que a través de la reflexión sobre la vigencia de la noción de precarización, desglosa la cambiante relación entre arte y filosofía desde la Ilustración hasta hoy. El texto es una potente invitación a asumir con naturalidad la problematización intrínseca y las contradicciones que acarrea la condición de precariedad que vive cualquier ámbito de la contemporaneidad, y que se manifiesta de forma especialmente clara en los mundos filosófico y artístico.

La exposición El cromo que nos falta de Leland Palmer muestra el trabajo que vienen realizando como colectivo curatorial desde el año 2008. Incluyen así, además de todas las propuestas realizadas a lo largo de estos 5 años, un manifiesto sobre su filosofía de trabajo, que no en vano propone una relación simbiótica entre teoría y praxis artísticas.

Por último, en Errar es umano, la comisaria Júlia Poch nos invita a conocer el trabajo de la artista Cuca Canals, analizando y mostrando su poesía visual y sus intervenciones en grabados antiguos y periódicos actuales. En sus reflexiones parte de un planteamiento lúdico de acercamiento a la realidad que está a medio camino entre la teoría y la práctica y que cuestiona un modelo convencional de diálogo entre ambas.

 

Coincidiendo, aunque por supuesto de forma casual, con la muerte del crítico y filósofo Arthur Danto en esta última semana de octubre de 2013, parece muy apropiado lanzar este cuarto número de Nómade. Será nuestro humilde homenaje al que anunció ‘el fin del arte’, uno de los grandes pensadores de la compleja relación entre vida y arte, y a través de sus reflexiones sobre los límites difusos de la misma que se iniciaron a partir de Marcel Duchamp, dió pie a un acercamiento del diálogo entre teoría y práctica artísticas.