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#06 Octubre 2014 / El artista como arqueólogo

Cal Gras, Agosto de 2014

Experiencia 'Arte y Territorio'

Comisario: Cal Gras

Texto de sala

Desde hace más de seis años, des de Cal Gras como centro de producción y residencia de artistas, recolectamos experiencias conjuntamente con los creadores que pasan, alrededor de la creación artística y el territorio, en Avinyó (Catalunya). Cada año la percepción va evolucionando, el intercambio es más presente, profundo y enriquecedor.

Dentro del circuito de residencias para artistas de todo el mundo, el formato es tan amplio como las necesidades que en ellas busca cada creador. Hay quien necesita cambiar de aires y un espacio más o menos grande, y para eso les sirve cualquier rincón del mundo: Tokyo, Berlín, Nueva York o Avinyó. Tranquilidad, ambiente de trabajo, convivencia con otros artistas, un sitio donde trabajar, dormir y cocinar, son otras de las características que se suelen valorar en una residencia para creadores. Nuestra experiencia des de Cal Gras, cada vez nos anima más a ir valorando la diferencia de nuestro emplazamiento, como lo sería la singularidad de tantos escenarios en el planeta. La diferencia se detecta, en primer término, desde una mirada exterior, pero también viviendo, sintiendo y queriendo el lugar de acogida, en el proceso de ir valorando el territorio para llegar a filtrar la realidad y sentirla parte de una totalidad más universal.

Territorio, entorno y espacio son palabras muy amplias, y más comparadas con la experiencia de vivirlas: según el nivel de profundidad de cada relación pueden estar más o menos llenas de contenido. Desde Cal Gras, animamos a los residentes a calzarse y pisar bien el suelo, andar, escuchar, sentir, preguntar, observar, ver, así como a trabajar en un proyecto abierto a absorber las posibilidades que puedan abrirse, que suelen enriquecer cualquier proceso.

Un territorio con historia, patrimonio y paisaje nos da muchas opciones de trabajar en contacto con, pero también simultáneamente, la visualización del presente en relación al pasado. Al final, el pueblo lo forman sus habitantes y su forma de entender la vida, la riqueza, la variedad, los sueños, las ambiciones; y son una fuente de conocimiento y comprensión del sitio, pero también extrapolable en su esencia a otras sociedades. Así, motivamos el trabajo artístico hacia el sentido más amplio de territorio, para ir profundizando en él y crear una sensibilidad extendida, que puede entenderse desde cualquier parte del planeta.

Desde Cal Gras, centramos todo el esfuerzo en el proceso del trabajo de creación, a veces más que en el resultado final. Cada vez más, damos valor a la creación de vínculos que, a través de la sensibilidad de los creadores, vayan labrando y abonando la tierra con el objetivo de que la cultura aporte cada vez más en la manera de hacer y entender la vida. El proceso creativo, y más desde el arte de vanguardia, basado en las relaciones, en el replanteamiento de la sociedad y en nuevas miradas, aporta nuevos métodos o protocolos de trabajo. La influencia de la experimentación en estos campos puede llegar a la gestión de colectividades, a la dinamización de espacios en desuso, a la proyección de movimientos de base y, con todo eso, a la transformación social.

En el proceso de creación de cualquier obra de arte, hay una búsqueda exterior que filtramos por nuestro propio cuerpo. Así caminado y escuchando, nos quedamos con una parte de lo que percibimos, presuntamente des de la aleatoriedad, para enriquecer y ampliar nuestra experiencia y transformarla o añadirla a la creación. Al final la riqueza que cada artista encuentre, dependerá de su propia sensibilidad, de su mirada y su proceso de asimilación. Supondremos que un espacio ajeno, distinto de la realidad propia de cada uno, motivará a estar más atento y despierto a los estímulos. La información novedosa, llega de forma más directa, pero se tendrá que digerir, e inevitablemente se hará desde la propia experiencia anterior de cada creador.

Evidentemente, todo este proceso, dará unos frutos: de un lado, en el proyecto que se esté desarrollando, y del otro, como crecimiento para posteriores trabajos y procesos de creación. Con esto, entendemos que el trabajo realizado aquí es fruto de experiencias anteriores de cada creador, lo agradecemos y nos sentimos en la obligación de enriquecerlo con todo lo que podamos extraer del territorio para el trabajo en proceso, pero también para otros futuros.

Así, nos centramos en el enriquecimiento como elemento diferencial, incluyendo la convivencia con otros creadores que se suele dar de forma orgánica en la residencia, y sino se potencia con sutilidad. Nos parece que la suma de las vivencias ofrece una opción de crecimiento exponencial, y por eso una de las bases de las residencias es la convivencia. Cada artista con su formación analiza y reflexiona desde su experiencia. En comunidad y compartiendo, los destinos de cada pensamiento pueden ser muchos y nuevos, si realmente la complicidad entre creadores es sincera y generosa. También puede caerse en la autocomplacencia desde la homogeneidad, pero ésta suele ser una etapa muy corta en las relaciones, empujadas por la propia autocrítica y por la insaciable curiosidad innata de cada creador.

Al final, todo este desarrollo es muy sencillo, sobre todo si entendemos el proceso creativo y el arte en general como una parte de la vida. Cada etapa del camino hacía una pieza artística, no es muy distinta a las decisiones que tomamos en la vida, o a lo que la cotidianidad nos lleva a inventar en cada momento. La diferencia está en la intensidad, sobre todo por la conciencia del presente creador, que lleva al artista a ampliar más los sentidos receptores. Compartir pensamientos, reflexionar, expresar y dudar, demanda una intensidad importante que lleva al residente a una sensación aumentada de la propia consciencia. En muchos casos, desde el creador, se expresa una necesidad a veces insaciable de crear, que puede llegar de una responsabilidad, inconsciente a veces y autoimpuesta otras, de ampliar una manera de entender la existencia y la relación con la realidad.

Cuando pensamos en el resultado final de cada proyecto, es como un retorno a la realidad: salir de la experimentación, de la búsqueda, para llegar a concretar todo el proceso. Se trata de intentar volver al lenguaje físico para que un público genérico pueda acercarse y viajar con la experiencia del artista. Esta es la forma más habitual, cada uno concentra y sintetiza la experiencia en una pieza de arte, sea un dibujo, un audio, una acción o una instalación. Pero no es la única, pues de nuevo en el mismo proceso encontramos momentos para compartir la experiencia sin filtros, con algunas de la personas que han enriquecido el trayecto. El artista produce por muchas reacciones, siendo una de ellas la curiosidad, de forma que su presunto trabajo de búsqueda constante puede entenderse como una posible fuente de experiencia y conocimiento, como mínimo distinto al entendido como cotidiano. Por eso, en un sitio como Avinyó y su entorno, la presencia de artistas dando vueltas, ha ido provocando una normalidad de acercamiento entre el habitante establecido y el residente temporal. De cada uno de estos momentos de convivencia, sean en el bar, la biblioteca, la calle o el ayuntamiento, se filtra en cada charla, en mayor o menor proporción, la expresión artística.


Residencias 2014

Los proyectos seleccionados en la convocatoria de residencias de creación 2014, han coincidido principalmente entre julio y agosto y han sido de altísimo nivel y sobretodo de una intensidad muy elevada. Desde la convocatoria de Cal Gras, se motiva la creación de proyectos entre arte y territorio, pero en esta ocasión añadíamos la propuesta de Nómade: el artista como arqueólogo. Entendemos que la línea de la convocatoria, más allá de la selección del jurado, ha hecho que los artistas residentes, confluyan en una manera particular de entender el arte.

Cada artista desde su método de trabajo y sobre todo desde su lenguaje propio, ha generado unas nuevas miradas sobre el territorio y, en conjunto, una forma de entender la creación artística, en relación con el presente y el espacio. La base de todos los trabajos, ha sido el contacto con el territorio, a través de muchos paseos, entrevistas, charlas informales y algún libro.

A parte del trabajo individual cabe destacar, de esta edición de las residencias, la creación colectiva, la percepción adquirida por distintos factores, que han hecho revalorizar el trabajo artístico, en un contacto tan directo con el territorio y sus realidades. Durante estas semanas de trabajo, ha ido surgiendo la imagen, a veces perdida entre el negocio del arte y sus rituales sociales, de la esencia del poder transformador del arte y la creación. El poder de conexión entre el artista y los participantes en cada proyecto, y antes que nada, entre el artista y el mensaje cuando sale de la búsqueda de la sinceridad. Largas charlas con agentes muy distintos han estructurado una visión de la responsabilidad del artista frente a sí mismo y frente a la misión propuesta des de la pureza de lo que es necesario expresar. Una vez más, se mezcla el camino del creador como artista y como ser vivo.

En definitiva, un verano en el que los pasos físicos han ayudado a crecer a Cal Gras, a los artistas que han coincidido y con ellos sus proyectos, los presentes o los que vendrán. Solo queda agradecer a cada uno de los artistas por su generosidad implícita en su trabajo, a todo el entorno de personas aliadas a la residencia de artistas y a Avinyó como pueblo.

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Desde hace más de seis años, des de Cal Gras como centro de producción y residencia de artistas, recolectamos experiencias conjuntamente con los creadores que pasan, alrededor de la creación artística y el territorio, en Avinyó (Catalunya). Cada año la percepción va evolucionando, el intercambio es más presente, profundo y enriquecedor.

Dentro del circuito de residencias para artistas de todo el mundo, el formato es tan amplio como las necesidades que en ellas busca cada creador. Hay quien necesita cambiar de aires y un espacio más o menos grande, y para eso les sirve cualquier rincón del mundo: Tokyo, Berlín, Nueva York o Avinyó. Tranquilidad, ambiente de trabajo, convivencia con otros artistas, un sitio donde trabajar, dormir y cocinar, son otras de las características que se suelen valorar en una residencia para creadores. Nuestra experiencia des de Cal Gras, cada vez nos anima más a ir valorando la diferencia de nuestro emplazamiento, como lo sería la singularidad de tantos escenarios en el planeta. La diferencia se detecta, en primer término, desde una mirada exterior, pero también viviendo, sintiendo y queriendo el lugar de acogida, en el proceso de ir valorando el territorio para llegar a filtrar la realidad y sentirla parte de una totalidad más universal.

Territorio, entorno y espacio son palabras muy amplias, y más comparadas con la experiencia de vivirlas: según el nivel de profundidad de cada relación pueden estar más o menos llenas de contenido. Desde Cal Gras, animamos a los residentes a calzarse y pisar bien el suelo, andar, escuchar, sentir, preguntar, observar, ver, así como a trabajar en un proyecto abierto a absorber las posibilidades que puedan abrirse, que suelen enriquecer cualquier proceso.

Un territorio con historia, patrimonio y paisaje nos da muchas opciones de trabajar en contacto con, pero también simultáneamente, la visualización del presente en relación al pasado. Al final, el pueblo lo forman sus habitantes y su forma de entender la vida, la riqueza, la variedad, los sueños, las ambiciones; y son una fuente de conocimiento y comprensión del sitio, pero también extrapolable en su esencia a otras sociedades. Así, motivamos el trabajo artístico hacia el sentido más amplio de territorio, para ir profundizando en él y crear una sensibilidad extendida, que puede entenderse desde cualquier parte del planeta.

Desde Cal Gras, centramos todo el esfuerzo en el proceso del trabajo de creación, a veces más que en el resultado final. Cada vez más, damos valor a la creación de vínculos que, a través de la sensibilidad de los creadores, vayan labrando y abonando la tierra con el objetivo de que la cultura aporte cada vez más en la manera de hacer y entender la vida. El proceso creativo, y más desde el arte de vanguardia, basado en las relaciones, en el replanteamiento de la sociedad y en nuevas miradas, aporta nuevos métodos o protocolos de trabajo. La influencia de la experimentación en estos campos puede llegar a la gestión de colectividades, a la dinamización de espacios en desuso, a la proyección de movimientos de base y, con todo eso, a la transformación social.

En el proceso de creación de cualquier obra de arte, hay una búsqueda exterior que filtramos por nuestro propio cuerpo. Así caminando y escuchando, nos quedamos con una parte de lo que percibimos, presuntamente des de la aleatoriedad, para enriquecer y ampliar nuestra experiencia y transformarla o añadirla a la creación. Al final la riqueza que cada artista encuentre, dependerá de su propia sensibilidad, de su mirada y su proceso de asimilación. Supondremos que un espacio ajeno, distinto de la realidad propia de cada uno, motivará a estar más atento y despierto a los estímulos. La información novedosa, llega de forma más directa, pero se tendrá que digerir, e inevitablemente se hará desde la propia experiencia anterior de cada creador.

Evidentemente, todo este proceso, dará unos frutos: de un lado, en el proyecto que se esté desarrollando, y del otro, como crecimiento para posteriores trabajos y procesos de creación. Con esto, entendemos que el trabajo realizado aquí es fruto de experiencias anteriores de cada creador, lo agradecemos y nos sentimos en la obligación de enriquecerlo con todo lo que podamos extraer del territorio para el trabajo en proceso, pero también para otros futuros.

Así, nos centramos en el enriquecimiento como elemento diferencial, incluyendo la convivencia con otros creadores que se suele dar de forma orgánica en la residencia, y sino se potencia con sutilidad. Nos parece que la suma de las vivencias ofrece una opción de crecimiento exponencial, y por eso una de las bases de las residencias es la convivencia. Cada artista con su formación analiza y reflexiona desde su experiencia. En comunidad y compartiendo, los destinos de cada pensamiento pueden ser muchos y nuevos, si realmente la complicidad entre creadores es sincera y generosa. También puede caerse en la autocomplacencia desde la homogeneidad, pero ésta suele ser una etapa muy corta en las relaciones, empujadas por la propia autocrítica y por la insaciable curiosidad innata de cada creador.

Al final, todo este desarrollo es muy sencillo, sobre todo si entendemos el proceso creativo y el arte en general como una parte de la vida. Cada etapa del camino hacia una pieza artística, no es muy distinta a las decisiones que tomamos en la vida, o a lo que la cotidianidad nos lleva a inventar en cada momento. La diferencia está en la intensidad, sobre todo por la conciencia del presente creador, que lleva al artista a ampliar más los sentidos receptores. Compartir pensamientos, reflexionar, expresar y dudar, demanda una intensidad importante que lleva al residente a una sensación aumentada de la propia consciencia. En muchos casos, desde el creador, se expresa una necesidad a veces insaciable de crear, que puede llegar de una responsabilidad, inconsciente a veces y autoimpuesta otras, de ampliar una manera de entender la existencia y la relación con la realidad.

Cuando pensamos en el resultado final de cada proyecto, es como un retorno a la realidad: salir de la experimentación, de la búsqueda, para llegar a concretar todo el proceso. Se trata de intentar volver al lenguaje físico para que un público genérico pueda acercarse y viajar con la experiencia del artista. Esta es la forma más habitual, cada uno concentra y sintetiza la experiencia en una pieza de arte, sea un dibujo, un audio, una acción o una instalación. Pero no es la única, pues de nuevo en el mismo proceso encontramos momentos para compartir la experiencia sin filtros, con algunas de la personas que han enriquecido el trayecto. El artista produce por muchas reacciones, siendo una de ellas la curiosidad, de forma que su presunto trabajo de búsqueda constante puede entenderse como una posible fuente de experiencia y conocimiento, como mínimo distinto al entendido como cotidiano. Por eso, en un sitio como Avinyó y su entorno, la presencia de artistas dando vueltas, ha ido provocando una normalidad de acercamiento entre el habitante establecido y el residente temporal. De cada uno de estos momentos de convivencia, sean en el bar, la biblioteca, la calle o el ayuntamiento, se filtra en cada charla, en mayor o menor proporción, la expresión artística.

Residencias 2014

Los proyectos seleccionados en la convocatoria de residencias de creación 2014, han coincidido principalmente entre julio y agosto y han sido de altísimo nivel y sobretodo de una intensidad muy elevada. Desde la convocatoria de Cal Gras, se motiva la creación de proyectos entre arte y territorio, pero en esta ocasión añadíamos la propuesta de Nómade: el artista como arqueólogo. Entendemos que la línea de la convocatoria, más allá de la selección del jurado, ha hecho que los artistas residentes, confluyan en una manera particular de entender el arte.

Cada artista desde su método de trabajo y sobre todo desde su lenguaje propio, ha generado unas nuevas miradas sobre el territorio y, en conjunto, una forma de entender la creación artística, en relación con el presente y el espacio. La base de todos los trabajos, ha sido el contacto con el territorio, a través de muchos paseos, entrevistas, charlas informales y algún libro.

A parte del trabajo individual cabe destacar, de esta edición de las residencias, la creación colectiva, la percepción adquirida por distintos factores, que han hecho revalorizar el trabajo artístico, en un contacto tan directo con el territorio y sus realidades. Durante estas semanas de trabajo, ha ido surgiendo la imagen, a veces perdida entre el negocio del arte y sus rituales sociales, de la esencia del poder transformador del arte y la creación. El poder de conexión entre el artista y los participantes en cada proyecto, y antes que nada, entre el artista y el mensaje cuando sale de la búsqueda de la sinceridad. Largas charlas con agentes muy distintos han estructurado una visión de la responsabilidad del artista frente a sí mismo y frente a la misión propuesta desde la pureza de lo que es necesario expresar. Una vez más, se mezcla el camino del creador como artista y como ser vivo.

En definitiva, un verano en el que los pasos físicos han ayudado a crecer a Cal Gras, a los artistas que han coincidido y con ellos sus proyectos, los presentes o los que vendrán. Solo queda agradecer a cada uno de los artistas por su generosidad implícita en su trabajo, a todo el entorno de personas aliadas a la residencia de artistas y a Avinyó como pueblo.

Foto cena Cal Gras

Cenando en Cal Gras, agosto 2014

Foto familia Cal Gras

Foto de familia (o de parte de ella), Cal Gras, agosto 2014

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