Poesía desde sus márgenes
Curator:
Lucía Silva Falcoff
Artist:
Abigail Monells
El desafío poético forma parte de un esfuerzo ingente que consiste en ‘empujar’ el lenguaje hacia afuera de sí mismo y de esta manera hacerlo salir ‘a golpes’ de sus casillas. Como proceso en movimiento constante que la poesía es, también ella misma se somete a ser empujada fuera de ella misma. ¿De qué forma la poesía se ve llevada ‘fuera de ella misma’, ‘out of joint’, como dice Hamlet? Son necesarias varias consideraciones:
Por un lado, la poesía misma es la que se pone en el margen. Poesía viene a ser el margen, o borde, del estado corriente de una lengua: la poesía ‘fuerza’ su propio instrumento (palabras) a dislocarse, a cambiar de lugar, a cambiar de valor. Por otra parte, la poesía pone al lector en el aprieto de tener que funcionar (leer, sentir) por fuera de sus cánones mentales habituales. Constituye una invitación a ‘comprender’ algo (una situación, un hecho, un sentimiento, una experiencia) ‘desde fuera’ del margen estricto de la razón instrumental, o de la especulación (entendida ésta en el sentido corriente).
La consideración, dentro de un marco poético, de elementos de lo culinario y comestible encaja cómodamente en esta premisa de la poesía como proceso que cambia de lugar constantemente, que busca ponerse al borde o afuera de su propio marco. Por un lado, poesía y cocina son dos procedimientos o procesos que requieren una materia prima: el lenguaje para una y comida para la otra. Es necesaria una preparación: hasta cierto punto ésta se puede premeditar, pero con frecuencia acaba traspasando el marco pensado, dirigiéndose hacia alguna dirección inesperada. El ritmo de los procesos de producción poética y culinaria está marcado por la degustación de ingredientes que se van transformando. Es lo que ocurre con el tomate asesinado del poema de Neruda, el cual se casa con la clara cebolla. Poesía y cocina se ven inmersas en procesos que van desarrollando lenguajes propios, los que aquí y allá se entrecruzan. Desde esta perspectiva, cada lenguaje propio resulta interesante: su valor justamente está sujeto a un cambio constante, porque hace estallar los límites que toda sociedad impone al lenguaje instrumental.
El ejercicio de seleccionar y presentar poemas forma parte de un doble desafío.
*** Por un lado, se presenta una selección de miradas que algunos poetas han desarrollado según sus propios intereses. Son poemas que exploran múltiples aspectos de la cocina y del comer. Hagamos mención de algunos de ellos:
- las ceremonias y rituales en torno a la comida;
- las prácticas corporales y sociales en torno al comer;
- el acto primario de compartir una mesa;
- la convivencia de tono personal que a menudo genera el hecho de comer juntos;
- cierta cualidad que podemos llamar ‘transfronteriza’ propia de la comida;
- la rotunda fisicidad de la manipulación de alimentos.
Todos estos aspectos mencionados traspasan al mundo culinario con un sentido simbólico pleno.
*** Por otro lado, a través de la selección de estos poemas se ilustra el objeto mismo de la poesía que consiste en ‘cocinar’ ingredientes lingüísticos a fin de transformarlos en ‘otra cosa’, al igual que como un texto sabroso y alimenticio, que será posteriormente ingerido en la lectura como algo por así decir comestible.
Estos textos buscan rescatar la ‘crudeza’ que sin duda implica una experiencia corporal como la del gusto, la cual forma parte de diversos procesos físicos como ingerir, degustar o digerir. En ellos mismos, estos procesos resultan bastante poco metafóricos, por lo menos a primera vista. Designan funciones metabólicas (y luego catabólicas) que forman parte de prácticas de vida diarias y que están marcadas por la estricta necesidad y revestidas por el placer y el dolor. Esta crudeza de la experiencia se refleja directamente en el cuerpo, en nuestro cuerpo concreto, el cual vive conjuntamente con la mente, la razón y el sentimiento. Nuestro cuerpo literalmente ‘ingiere’ la experiencia como parte de un proceso que se metaboliza a través del tiempo, abriendo lugares de reflexión y de emoción que auspician un encuentro entre poesía y cocina.
Si con el lenguaje (y con su traducción) agudizamos el oído a fin de escuchar la lengua del otro, compartiendo una extrañeza común y llegando a una (amable) negociación entre dos lenguas, ¿qué es entonces lo que hacemos con el gusto y con nuestra lengua? Esta no habla, se limita a participar enmudecida la experiencia del sabor. Como acto enunciativo enmudecido, a un texto le falta la voz (y como materialidad carece de un logos concreto). Y aquí entendemos de qué se trata el asunto de la poesía y de la comida: ambas tienen la cualidad de ser moldeables.
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* Cada poesía se presenta con una tipografía concreta y justificada, a cargo de Josh Abrams
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