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#07 Junio 2015 / El tiempo en las instituciones

Tempus Fugit

Comisario: Mònica Ferrer
Artista: Luis Abadi

Nómade me escribió para hacerme una propuesta y mientras abría ese primer correo, el tiempo empezó a pasar. Me hablaron de Luís y googleé su nombre, el tiempo siguió pasando. Por fin le conocí y empezamos a maquinar juntos, a cruzar correos y a lanzarnos ideas, como balas.

"Qué lindo juego ¿no?
¡Arranca con lo que gustes,
la pistola es tuya!
Dispara.
¡Arriesga!
Rompe.
¡Acá estoy para acompañarte!"

Siguió pasando, inexorable. 

Y empezamos a pensar sobre el tiempo y sobre las instituciones. ¿Pero qué es una institución? Puede ser muchas cosas, puede ser museo, centro de arte, puede ser público, puede ser privado, un profesor en la universidad, un cantautor sobre el escenario, un fotógrafo tras un objetivo... y si rizamos el rizo el tiempo en sí mismo puede ser una institución. Una institución presente en cada momento, en cada vida, rigiendo, gobernando... Pero, ¡recapitulemos!

El tiempo está presente en todas partes y, por ende, en las instituciones. Está presente muy claramente en el momento en que se abre una exposición al público, por ejemplo. El tiempo que durará la muestra, las horas durante el día en que se puede visitar, el rato que se pasará una persona delante de una obra... Pero el incansable, el omnipresente, ha empezado a correr mucho antes en el interior de la institución. Un sinfín de actividades que forman parte del imaginario colectivo, pero que solo se conocen desde dentro, desde las entrañas del museo, centro de arte, galería o cualquier lugar (por pequeño que sea) que consideremos una institución. Porque el arte no es solo imaginación y creatividad, pensar el arte requiere un esfuerzo y todo esfuerzo requiere sus etapas. No podemos perder de vista que teorizar sobre cualquier materia necesita de reflexión y de pausa y, en el caso del arte, aun más. Teorizar sobre arte es lo que intento hacer con estas líneas, lo que consigue Nómade con este espacio, y me creeréis si os digo que es gratificante, pero también si os aseguro que he necesitado de tiempo y espacio para asimilar y poner en pantalla algunos conceptos. 

Tampoco se puede olvidar que toda institución, por pequeña que sea, tiene sus procesos y su burocracia. Pasos que tienen que ir seguidos unos de otros y que no se pueden llevar a cabo sin un orden y sin un director de orquesta. Para mostrar el arte y democratizarlo, para que llegue a todo el mundo, para arrojar cierto halo de luz sobre cosas que, a priori, parecen totalmente incomprensibles. Y todo esto, señores, requiere tiempo. Cada exposición, cada muestra, cada presentación es fruto de horas de trabajo, de ratos de reflexión y de teorización y, porque no admitirlo, de tediosos procesos aparentemente insignificantes pero totalmente imprescindibles.

 

Y así, con Luis, fuimos desenredando el ovillo. Qué era para él el tiempo, y qué era para mí. Para el artista y para la institución. Pero esta vez la institución, la comisaria, también ejercía un poco de artista, al derramar los dedos sobre el teclado.

El tiempo siguió corriendo, rápido.

Nos dimos cuenta de que nos faltaba un factor en la ecuación. Nos era imposible hablar de tiempo, hablar de instituciones, sin mencionar al artista. Al final: el artista y las instituciones envueltos por el tiempo.

Como dijo Picasso, es cierto que la inspiración viene sola, pero más vale que te pille trabajando. Y esto es el arte en todo su esplendor, inspiración y creación pero con un trabajo y una dedicación detrás. Factores que a veces no se ven o no se tienen en cuenta porque no todo el mundo los conoce pero que, por favor, no se pueden perder de vista.

Y así, disparándonos el uno al otro, decidimos trabajar con la serie "Casa de Cambio". 

El padre y el Artista

“El artista tiene un hijo: Varón.
El artista, luego de despreciar profundamente a su padre, retorna a pedirle trabajo.
El artista comienza a trabajar en una financiera del microcentro.
Intensas jornadas.

El artista asume:
Si existe quebranto material, existe quebranto espiritual, y viceversa.

El artista inventa:
Un TAROT  para ayudar a los clientes.
Para ayudarse.
El padre atiende los cambios materiales y el hijo los espirituales.
Una CASA DE CAMBIO adentro de otra.”

Esta serie de Luis Abadi habla de la relación entre dos paradigmas. Utilizando la imagen del padre y del hijo y de lo que representa cada uno, reflexiona sobre cosas mucho más profundas. El padre y su tiempo se pueden interpretar como la institución, mientras que el hijo y sus convicciones o sus formas se entienden como el artista contemporáneo. 

No es difícil llegar a la conclusión de que este proceso que he vivido con Luis es el mismo que ocurre en cualquier confluencia entre dos personas, entre un artista (o varios) y un curador o una institución. Y esto también me ha hecho reflexionar sobre como van cambiando los procesos a medida que evoluciona la sociedad. Luis y yo estamos a miles de quilómetros y eso no nos ha impedido hablar casi a diario intercambiando ideas y reflexiones. Nos ha permitido seguir disparando balas desde cualquier lugar y aprovechar el tiempo que teníamos por mínimo que fuera. Esto hace unos años no hubiera sido posible.

La hiperconectividad tiene muchas ventajas, quien me conozca un poco ya sabe que soy fiel defensora de las nuevas tecnologías y de todo lo positivo que nos brindan internet y las redes sociales. Pero eso no me hace perder de vista que también tiene sus cosas negativas, hemos agilizado algunos procesos, es cierto, pero también hemos añadido miles de pasos a otros. La difusión de una exposición, por ejemplo, se ha convertido en un auténtico laberinto de newsletters, publicaciones en redes sociales, twits y retwits… Nuestro público está permanentemente conectado y eso implica que nosotros también debemos estarlo. Al final, la institución y el artista lo son 24 horas al día, sin límites. Tenemos más oportunidades para llegar y para convencer, pero también nos encontramos frente a un público más exigente, hiperinformado y con la posibilidad de convertirse en prescriptor o “atacante” según como se actúe. Cualquier error puede convertirse en algo de dominio público y evitar este tipo de inconvenientes o luchar contra ellos a tiempo para corregirlos implica, otra vez, tiempo y esfuerzo. Todos recordaremos, quien más quien menos, el caso de la última exposición censurada en el Macba y como se convirtió en blanco de duras críticas que se expandieron rápidamente por la red.

Las fotografías de esta serie de Luis reflejan perfectamente este cambio de paradigma entre tradición y novedad. Una foto en blanco y negro puesta frente a unos rascacielos que podrían ser de cualquier ciudad del mundo. Siempre la misma foto, siempre la misma posición, lo que cambia es el fondo, la manera de enfrentarnos a ella. La institución adaptándose a los nuevos tiempos, el artista también. Todos. Tempus fugit.

“Querido Viejo
Yo te elegí.
Vos dibujaste el laberinto de mi aprendizaje.
Placentero, cómodo y casi imposible.
Sos perfecto para mi.
Gracias.

Manejé tu nave,
Usé tus ropas.
Apliqué tus fórmulas secretas.
Soy un príncipe en tu reino.

Más un día tuve que matarte.
Desnudarte y ventilarte.
Perdón, tuve que hacerlo.
Tenías la llave.
También mate mucho en tu nombre
y morí mil veces defendiendo tu causa.

Amo la muerte por eso.
Amo la vida por eso.

Hombre fuerte
estoy parado arriba tuyo.
Y desde acá, se ve todo muy claro.

Descubrí un Mundo Nuevo.
Y estoy yendo para allá.
En una nave de ensueño.
Que hice con mis ojos.
A mi lado, viaja una mujer savia.
y un hijo de tu sangre.

Voy a la tierra prometida.
De hombres y mujeres libres
Viviendo en armonía.
Con el otro, la tierra y el universo.

Vos estás viniendo conmigo viejo,
Quieras o no….
Te tengo gravado en mi cara.”

 

Luis Abadi y Mònica Ferrer

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